jueves, 5 de mayo de 2011

Capítulo 9: Vida de ensueño...

Aquel coche tan grande parecía una limusina... ¡y de puro lujo! Nunca imaginé algo así... ¡ni siquiera en sueños! Aluciné así sólo al verla por fuera... con su chapa blanca, un blanco tan puro, sin rayaduras, ni una sola mota de polvo, nada... creí que tampoco el aire la rozaba. Era tan brillante... como un diamante en un día pleno de sol... Y si así era por fuera, os podéis imaginar por dentro. No tenía palabras para describirlo... Estaba sentada en un ligero sillón beige, recubierto de cuero acolchado, con matices de piel arrugada, pero elegante. Había un minibar dorado, brillante... cogí una bebida. ¡Qué sed! También tenía hambre... mucha... no pude ni comerme la merienda en el recreo.
Mientras yo deliraba de hambre, llegamos a un edificio. Ese sitio lo había visto yo antes... Allí cerca, estaba la pizzería, donde había hablado con Margaret. Pero el hombre y yo no íbamos ahí.
Un momento, algo va mal. ¿Donde hablé con Margaret? Pero si eso fue... Espera. Giré mi cabeza. ¡Central Park! ¡El Centro Comercial! ¡La tintorería! ¡¡La casa de Layla!! ¡¡La de Ben!!
¡¡¡Estaba al lado del instituto!!!
Aquellos agentes me querían meter en el edificio tan feo que parecía una fábrica de aspiradoras... 'Plusclean S.A.'. No me extrañaría que hubieran cerrado con la aspiradora gigante de la azotea... Tenía una puerta giratoria. Entré. Al entrar, me acordé de una cosa. ¡Oh, no! ¡CÓMO SE ME HABÍA PODIDO OLVIDAR! ¡¡¡¡LA CITA EN LA BIBLIO CON JASON!!!! ¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!
Se me pasó. Se esfumó de mi mente. Ahora se quedaría esperándome en la biblioteca. ¡No! Espera, espera un segundo. Quedamos al salir de clase, ¿verdad? y son las... la una y media. Si tardo poco en este inhóspito lugar, podré llegar a tiempo. Pregunté al hombre de antes:
-Oiga, ¿A qué hora volveré al instituto?
-Más o menos a las dos y cuarto. ¿Por qué?
-Tengo planes al salir de clase. Pero puedo retrasarlos como un cuarto de hora.
-Vale, como quieras. Si deseas que te llevemos allí, te llevaremos.
Saqué el móvil. (Un super móvil que yo ya tenía, por cierto) y llamé a Jason. Me cogió el móvil al primer tono.
-Jason, hola.
-No puedes venir, ¿verdad?
-Sí, pero necesito retrasarlo 15 minutos. Me ha surgido un problemón, y no puedo ir a las en punto. ¿Te importa?
-No, no. De verdad. Sólo te agradezco que me avises, ya me imaginaba esperándote como un tonto.
-Era eso lo que quería evitar.
-¿Tienes que decirme algo más? Tengo prisa, estoy en el baño... el móvil vibró y en clase pedí ir... Necesitaba saber si venías.
-¡Ah, bueno! Pues, creo que nada más. Si me acuerdo de algo te llamo a las dos. Y perdona por retrasarlo.
-¡No importa! Ya te digo, gracias por avisar. ¡Chao!
-¡Chao!
Colgué. Sonreí. Lo había conseguido sin que se molestara... de una forma u otra, estaría allí a las dos y cuarto sin falta. No le fallaría otra vez.
Mientras hablaba con Jason, yo seguía al agente del FBI por unos pasillos larguísimos... tantos, que me parecieron 5 y recorrimos 3. En un segundo, el hombre se paró frente a una puerta doble, con unas ventanucas circulares, de esas que hay en el hospital, pero pintadas de negro.
-Ahora verás por qué te hemos traído.
Abrió la puerta doble solemnemente. El contenido lo merecía.

lunes, 21 de marzo de 2011

Capítulo 8: Dudas, preguntas y más dudas

-¿Adónde? ¿La volveré a ver?
-¿Qué te hace pensar que no? Mañana mismo estarás en casa, pero debemos comunicarte algo importante esta tarde.
Me quedé muy seria.
-Me gustaría llamar a mi madre. Espero no molestar, pero quiero que lo entienda...
-Tranqui-me dijo- les pasa a todas.
¿A todas? ¿Oí bien? ¿Ha dicho 'a todas'?
Me dio un móvil negro metalizado, a juego con sus gafas de sol. Propio del FBI. Llamé a mi casa.
-Mamá...
-Sé lo que me vas a decir. Ve con ellos.
-Pero...
-Ve con ellos, hazme caso.
-¿Estás segura de que hablamos de lo mismo?
-De los agentes del FBI, ¿verdad?
-Emm... sí...
-Ve con ellos. Venga.
Y colgó.
Me sentí más tranquila. Menos mal que mi madre sabía lo que estaba ocurriendo... si no, me arrastraría en el suelo con tal de no irme del instituto.
La cara de la recepcionista era un poema.
-Sam... -musitó.
-Es un amigo de mi madre al que no conocía. Mi madre no puede venir y le ha mandado.
-Bien -suspiró. Se veía que era la responsable de las salidas y las entradas en el Centro. Volví al agente.
-Tienes don hasta para engañar. Eres una'crack' -me susurró.
-¿Eh? ¿Qué...?
-Vámonos Nata. Tenemos algo de prisa.
-¡Y dale! ¡Que no soy Natalia!
-Tranqui... lo serás...
-¿Qué quieres decir?
-Deberás descubrirlo por ti misma. Ahora, vamos a la central.

Capítulo 7: Sustos en el Instituto

-Bueno, Layla, te dejo, que me tengo que ir... ¡Adiós!
Margaret pareció dejar una ligera humareda de polvo, como en los dibujos animados...
-¿Layla?
-Eemm... ¿sí?
-¿Qué-pa-sa-a-quí?
-¡Nada! ¿Qué va a pasar? ¿Qué? ¿Qué dices Marg...? Ah, parece que me llama... me voy...
-No oigo nada...
-¿No? Pues yo he creído que sí... De todas formas voy a ver... ¡chao!
Definitivamente, me ocultaban algo. Y debía de ser algo enorme, porque no querían decírmelo. Me preocupaban: se suponía que éramos amigas, y nos lo contábamos todo. Me podrían estar apartando... aunque no quería pensarlo.
Eran las 11:52 am cuando me llamaron por megafonía desde recepción. Alguien me había recogido. Me extrañé. Subí las escaleras y vi a un hombre con pantalón, corbata, chaqueta y zapatos negros, a los que acompañaban calcetines blancos. Me llamó la atención el pinganillo que tenía colocado en su oreja, y el cable retorcido que le preseguía.
-Vamos, Natalia.
-No soy Natalia, soy Sam. Usted, ¿quién es?
Me asusté. Claro que, una no se va con cualquiera depués de todas las desapariciones que hay en el telediario, las cuales me podrían estar pasando a mí. El hombre de negro con gafas negras metalizadas puso su mano en mi hombro y se alejó un poco de la recepcionista, que se temía lo peor. Me enseñó una placa.
-Soy del FBI. Tu madre nos ha permitido que te llevemos.
sammy

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